Arroz de Valencia: el triunfo de las herramientas de biocontrol
La Comunidad Valenciana utiliza exclusivamente la lucha con feromonas contra el barrenador del arroz. Esta es la historia de un éxito.

Agricultura tradicional
Hasta 1950

“Era de los insecticidas de síntesis”

Mejoras en agroquímicos

Ecosistema vs Rentabilidad económica

Inicio de las Estrategias de Biocontrol

Feromonas y tratamiento quimico

Optimización del uso de feromonas (2003 - 2006)
Evolución hacia la Biodegradabilidad (2008-2012)

Feromonas con tecnología Biodegradable
Decir Valencia es decir arroz. Lo mismo sucede con Alicante y toda la costa levantina. Y es que este cultivo, introducido por los árabes y desdeñado durante siglos por ser considerado una harina de baja calidad, se convirtió con el paso del tiempo y gracias a la paella en una de las señas de identidad de la zona, tanto por la gastronomía como por el paisaje generado en su cultivo.
Hoy, los campos de arroz más conocidos son los que circundan a la Albufera de Valencia, tan próxima a la capital de la región. Pero las plantaciones de arroz están presentes en toda la Comunidad Valenciana: en diversos pueblos de la provincia de Valencia, en el área de influencia del Parque Natural del Marjal de Pego-Oliva (provincia de Alicante) y en diversos municipios de Castellón. Y todos ellos tienen algo muy importante en común: hace tiempo y por medio de la administración regional apostaron en exclusiva por las herramientas de biocontrol contra el barrenador del arroz y demostraron su éxito. Y hoy, esta lucha limpia permite que en un mismo espacio convivan perfectamente intereses que antes se veían como contrapuestos: la actividad turística, la existencia de espacios naturales protegidos y el mantenimiento de una agricultura productiva.
· TURISMO, NATURALEZA Y AGRICULTURA UNIDOS
Era 1986 cuando la Generalitat Valenciana declaró Parque Natural el famoso lago valenciano y su zona de influencia. Y fue entonces cuando la administración comenzó a plantearse alguna intervención alternativa en este lugar para que esa declaración, que buscaba salvaguardar el patrimonio natural local, no afectara negativamente a la agricultura, mermando los intereses de un nutrido grupo de familias y permitiendo que una actividad secular siguiera viva. Pero el reto no era fácil de resolver porque, en ese momento, los cultivos aún estaban utilizando agroquímicos que resultaban dañinos para el equilibrio ecológico del Parque.
Pero hagamos un poco de historia.
Hasta los primeros años de la década de los 50, los campos de arroz que circundan la Albufera de Valencia, igual que los marjales que se extendían por buena parte de la costa, se trabajaban de forma tradicional, siguiendo los consejos heredados en siglos de prácticas agrarias. Los arrozales aún precisaban mucha mano de obra y algunos animales, no tenían ningún tipo de tratamiento y ofrecían rendimientos muy bajos.
Fue a partir de 1950 aproximadamente cuando los insecticidas orgánicos comenzaron a usarse de forma masiva y con ellos se inició una auténtica revolución agraria, pues los nuevos productos que acababan con las plagas permitieron un incremento importante de las cosechas. Durante años, eso fue lo único que importó.
Solo después de un tiempo, a partir de 1965, se plantearon mejoras en los agroquímicos, haciéndolos más específicos y limitando parcialmente su agresividad. Además, y para racionalizar las campañas y minimizar hasta donde era posible sus efectos negativos, la propia administración se ocupaba de aplicar los tratamientos con avionetas que rociaban la zona de cultivo. En aquellos tiempos no era extraño que, sobre las mejores y más visitadas playas de la región (especialmente sobre las de Cullera), sobrevolaran las fumigadoras procedentes de los arrozales próximos dejando tras de sí un rastro de insecticida que a ningún bañista parecían molestar. Evidentemente, la conciencia ambiental distaba mucho de estar presente en la sociedad española y en la de los turistas visitantes.
· LA ADMINISTRACIÓN APUESTA POR EL BIOCONTROL
Todo cambió con la declaración de la Albufera de Valencia como Parque Natural. En una España ya integrada en la Unión Europea que se modernizaba a grandes pasos, la Generalitat Valenciana entendió que necesitaba dar con una fórmula que permitiera armonizar todos los intereses. Para ello, la sección de Sanitat Vegetal del gobierno valenciano y Suterra iniciaron en 1988 una colaboración destinada a buscar las mejores soluciones biológicas, utilizando feromonas y estrategias de confusión sexual contra la plaga del barrenador del arroz. Esta plaga, conocida como “cucat” del arroz en la región, ataca la caña de la planta, produce su muerte y provoca una merma importante de la cosecha.
Aunque el camino fue largo, en 2003 ya estaba todo listo para iniciar las pruebas, incluyendo ya en el equipo a un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia. El punto de partida fundamental para el grupo de trabajo era que Suterra había logrado obtener una feromona sintética idéntica a la que utiliza la hembra del barrenador para atraer al macho. Este hace que los barrenadores macho sean incapaces de localizar pareja y lograr su reproducción.
Las primeras experiencias de biocontrol se hicieron en el año 2003 en las zonas más próximas al lago valenciano y resultaron exitosas. Durante esa campaña y las dos siguientes, aún se fumigaron con insecticida los cultivos ubicados más al Sur del lago, pero a partir de 2006 ya solo se han aplicado difusores de feromonas contra el cucat.
· UN PASO MÁS: LA PROPUESTA BIODEGRADABLE
Comprobada la eficacia de la estrategia en el entorno del Parque Natural de la Albufera, la administración regional valenciana extendió la lucha biológica al resto de arrozales de la Comunidad, incluido el marjal de Pego-Oliva que, desde 1994, está también protegido a través de la figura del Parque Natural.
Pero Suterra aún quiso dar un paso más en la protección ambiental de estas áreas tan importantes desde el punto de vista ecológico transformando los dispositivos que emiten las feromonas para confundir al barrenador que, inicialmente, estaban compuestos de PVC. Así que el último capítulo de esta lucha consistió en diseñar un difusor biodegradable que hoy se utiliza en todos los campos de arroz de la región. Se trata de una varilla de madera que se inserta en el suelo del arrozal y que lleva, en su extremo superior, un difusor de feromonas capaz de descomponerse una vez que finaliza la temporada y la varilla completa se mezcla con la paja del arroz.
El resultado de este proceso de cooperación público–privada que se inició en 1988 es que hoy, todos los arrozales de la Comunidad Valenciana luchan contra su plaga más temible sin utilizar insecticidas, lo que implica poder controlar la plaga del barrenador sin provocar efectos perjudiciales sobre los insectos beneficiosos o sobre la fabulosa avifauna del entorno.